Entre su guerra comercial y su política fronteriza, el presidente estadounidense, Donald Trump, está generando tensión con Canadá y México, coanfitriones del Mundial de fútbol de 2026, así como una dosis de incertidumbre sobre la llegada de espectadores.
Si bien Trump demostró su compromiso y una estrecha relación con el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, también criticó reiteradamente a Canadá y México desde el inicio de su segundo mandato en la Casa Blanca. Y compartió su deseo de restringir el acceso al país de visitantes extranjeros hasta sus provocaciones, como querer convertir a Canadá en el “estado 51” de Estados Unidos.
Los editorialistas se preguntan sobre el posible impacto en los futuros espectadores por la línea dura pregonada por Trump en las fronteras, ya que recientemente se denegó la entrada a visitantes de Francia, Alemania, Australia y Canadá o se los sometió a prolongados interrogatorios.
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“¿De verdad querrán los aficionados al fútbol entrar al país ahora, ser examinados por la policía fronteriza solo por hablar una lengua latina, con el riesgo de acabar detenidos?”, se pregunta el Washington Post.
Para colmo de males, el mandatario estadounidense acaba de promulgar una “prohibición de viaje” que restringe la entrada a Estados Unidos a los nacidos en 12 países e impone restricciones a otros siete.
Esto se aplica principalmente a Irán, que ya se clasificó, y potencialmente a Venezuela, que sueña con su primera Copa del Mundo.
El grupo encargado de organizar las tareas organizativas para el Mundial, dirigido por Trump, aseguró el mes pasado que todos los hinchas serían bienvenidos y que tendrían una “experiencia sin problemas en cada etapa de su visita”. “Queremos que vengan, se diviertan, vean los partidos. Pero cuando esto termine, tendrán que irse”, advirtió el vicepresidente, JD Vance.