Hubo bloppers (qué palabra de otra década). Empujones. Patadas. Vestuarios sin agua caliente. Y un juego brutal en un campo de juego raleado de un estadio hermoso como el de Morón, que encima estaba casi lleno con dos hinchadas. Lo bueno y lo malo del fútbol argentino condensado en dos horitas. Y potenciado porque no había VAR y porque los árbitros habían perdido los intercomunidadores. En ese escenario, Tigre venció 1-0 a San Lorenzo y se clasificó a los cuartos de final de la Copa Argentina, donde enfrentará a Independiente Rivadavia de Mendoza.
El equipo de Victoria aprovechó su momento en la primera parte, resistió con firmeza en el complemento y se llevó un triunfo valioso ante un rival que jugó todo el complemento con diez jugadores por la expulsión de Alexis Cuello. Una expulsión infantil porque recibió dos amarillas en cinco minutos, y porque la jugada que le valió la roja fue a 70 metros del arco.
El único gol del partido lo marcó Héctor Fértoli a los 25 minutos del primer tiempo, luego de un grave error entre Jhohan Romaña y Ezequiel Herrera, que chocaron, no despejaron la pelota y se la dejaron servida al delantero.
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San Lorenzo reaccionó tibiamente, pero no logró consolidar una superioridad ni concretar el empate. Un poco por su impericia para atacar y otro poco por el buen desempeño del arquero Zenobio.