Por Candela Ramírez
Francisco Brusa es investigador del Conicet, docente de la Universidad Nacional de La Plata y responsable de la colección de invertebrados en el Museo de Ciencias Naturales de la misma ciudad. Forma parte del equipo que aplicó a la convocatoria del Instituto Oceanográfico Schmidt para conocer el fondo del océano del sur continental. A él le tocó seguirlo por tierra, mientras que su compañera de investigación de invertebrados, Cristina Damborenea, es uno de los veintitrés investigadores argentinos que subieron al buque. Pertenecen al Grupo de Estudio del Mar Profundo de Argentina (Gempa), que reúne a unos treinta científicos de todo el país.
Ahora, viene la etapa de observación y estudio de las muestras que se colectaron en la expedición al Gran Cañón Mar del Plata que mantuvo a miles de argentinos magnetizados frente a las pantallas desde el 23 de julio hasta el domingo 10 de agosto.
“Fue como tener una clase de biología en vivo y en directo”, sintetizó Brusa en diálogo con El Ciudadano. La transmisión en vivo por Youtube se hizo desde el buque Falkor Too que a través del robot SuBastian tomó las muestras para estudiar.
Brusa entró a la carrera de Biología en 1992: vivió el recorte del trece por ciento como becario durante el gobierno de De la Rúa, hizo parte de su tesis de doctorado en España – a través de una beca que ya no existe- volvió y vivió los años de enorme inversión en ciencia y tecnología, fue parte de las expediciones del Conicet con el buque Puerto Deseado entre 2012 y 2013.
“Para un biólogo esto fue genial porque uno está acostumbrado a ver los animales de otra manera y sueltos. Antes íbamos con las redes y todas estas asociaciones de animales llegaban sueltas, el cangrejo por un lado, el coral por el otro, después uno hace hipótesis, acá la hipótesis ya la tenemos. Pudimos ver esas asociaciones entre los invertebrados, es muy bueno y nos va a servir, esperamos, para poder sacar conclusiones de por qué viven, cómo viven y cuál es el rol que ocupan en el ecosistema”, describió.
Brusa creció en la localidad de 9 de Julio, Buenos Aires, y se fue a vivir a La Plata cuando se anotó en la carrera de Biología. Dice, entre risas, que “ahora se puso de moda Biología Marina, pero en realidad se estudia en una sola universidad del país, en San Antonio Oeste (Río Negro)”. Él y los demás integrantes del proyecto vivieron con entusiasmo la curiosidad que provocó el trabajo en niñas y niños de todo el país, por eso cuenta que si el interés está, la carrera de Biología está en muchas universidades del país y es más amplia.
De hecho, Brusa empezó estudiando platelmintos, un tipo de gusano que pertenece al grupo de invertebrados, del Río de la Plata y siempre en lugares asociados al río. Más tarde recién incursionó en la investigación de gusanos marinos, por eso forma parte del equipo que estuvo buceando el fondo del mar argentino.
El material ya está en el país y los científicos del Gempa atajan, como pueden, las cientos de consultas periodísticas pero aclaran, una y otra vez, que su trabajo recién empieza: ahora viene la etapa de trabajo en el laboratorio.
“Llega el material, se saca, se empieza a mirar y las cosas que no viste con esas super cámaras, las ves en laboratorio con lupa, con microscopio; se sacan las muestras para ADN, se secuencian, se obtienen resultados, se analizan. Y después viene todo el trámite de la publicación: se envía una revista, la revista la envía para que los pares evalúen a ver si ese trabajo está bueno o no, si hay que corregirlo o no y después recién sale publicado”.
Durante la expedición no se colectó cualquier animal, ya estaba definido previamente en función de lo que cada investigador especializado (en invertebrados, en corales, en peces, entre otros) determinó, “nada se colectó por las dudas”.
“No sólo el Instituto Schmidt, nosotros también necesitamos permisos de colecta, no es que vamos y colectamos lo que vemos. Hay que presentar el proyecto a la oficina de Fauna de la Nación, decimos qué es lo que uno va a hacer, cuántos animales va a colectar y ellos lo evalúan y te lo aprueban o no, o te lo modifican. También a Cancillería, porque es una zona medio limítrofe y era un barco internacional. El suelo marino, el lecho marino, a esa altura es argentino pero la columna de agua es de jurisdicción internacional. Entonces, más allá de que el barco te apruebe el proyecto, después hay presentar a las distintas entidades nacionales que regulan la cuestión eso. Arriba del barco hubo veedores que suben para controlar que el barco haga lo que dice que va a hacer”, explicó.
Ahora, la prioridad de acceso a las muestras es de los investigadores del proyecto, como Brusa. Una vez que termine la etapa de estudio, deberán depositar las muestras en los museos, que son repositorios biológicos. Entonces, estará disponible para cualquier investigador que quiera acceder a ellos, mediante permisos.
La actual expedición en Uruguay, que empezó el 20 de agosto, se parece bastante a la que se hizo en Argentina hace unas semanas. La próxima en el país será en octubre, a la altura de Viedma, en Río Negro, y de Rawson, en Chubut. Sin embargo es diferente a la de Mar del Plata: en la que vimos este invierno el objetivo fue conocer la fauna y el ecosistema, en cambio la próxima tendrá como misión tomar muestras del suelo, ver las capas geológicas de esa zona del fondo del océano austral argentino.
Previo al embarque
El Instituto norteamericano que financió la expedición, además de posicionarse como referente en el estudio de océanos, para cada viaje tiene un proyecto que llaman “ship to shore”, que significa algo así como del barco a la costa.
¿En qué consiste? “Tiene que ver, por ejemplo, con qué escuelas, museos o entidades públicas se contacten con gente del barco mientras el barco está navegando y que un científico les vaya contando cómo es el buque, dónde está cada parte, dónde comen, dónde duermen, cómo trabajan. Entonces, nosotros previo a la salida del barco nos contactamos con las escuelas que conocíamos cada uno, de provincias de todo el país no sólo costeras, y es buenísimo porque también es como que mete a la gente, a los niños que es lo mejor, adentro del barco y les muestra cómo es y desmitifica esa cosa del científico del guardapolvo”.
La importancia de conocer el fondo del mar
En este tipo de trabajos se juega mucho la cuestión de la vocación: sentir una curiosidad voraz, un amor por el conocimiento y su puesta en práctica. La vocación, “el sueño individual”, seguramente, sea fundamental porque se trata de la labor que cada cual sostendrá, con suerte, a lo largo de toda una vida. Pero podría sumarse otro aspecto, más social: ¿por qué una nación necesita biólogos? ¿por qué sería importante para el sistema productivo contar con este tipo de investigadores?
Brusa responde: “Porque tenemos que conocer. En nuestro caso, necesitamos responder ¿qué es lo que hay en cuanto a diversidad de animales? ¿Dónde están? ¿Qué rol cumplen? Más adelante sabremos qué rol cumple en el ecosistema y después en un futuro si esas especies, y lo digo entre comillas, sirven para algo para el ser humano. Primero, tenemos que saber qué es lo que hay, después ver si eso que hay es diverso y lo queremos proteger o si es único porque está muy adaptado a ese ambiente. Si es como esto último, entonces decimos que son especies endémicas y tenemos que proteger esas especies porque si les pasa algo a su ecosistema no pueden vivir en otro lado. En esos casos se deben proteger a ellas y el ambiente. Eso lo podemos saber los biólogos, es decir, alguien que conozca las características de por qué esos animales están donde están. Si al país no le interesa, entonces ya no tenemos razón de ser como biólogos. Yo creo que sí, en todo país y por el mundo, los biólogos son reconocidos, son importantes dentro de la comunidad científica”.
Las transmisiones en vivo al fondo del mar argentino superan el millón de visitas y marcan un hito en la ciencia
A lo largo de la charla, todas las respuestas de Brusa estuvieron atravesadas por el contexto político-económico del país, “los noventa fueron terribles también”. Los años de crecimiento del presupuesto durante las gestiones de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) “fueron geniales, aumentó mucho nuestro presupuesto y crecieron los institutos del Conicet”. Las expediciones de 2012 y 2013 que se hicieron mediante sistema de redes con buques fueron “pre Pampa Azul” y “esos barcos no sé dónde están ni si alguien los usa”: “Ahora estamos peleando porque los salarios de los docentes y de los investigadores mejoren”.
Brusa ahondó en por qué y quiénes deberían solventar las investigaciones científicas: “Nosotros hacemos ciencia básica, somos generadores de conocimiento. Luego viene alguien, toma ese conocimiento y lo aplica en algo, pero ese alguien en general son empresas privadas. Las empresas privadas, creo que en ningún país del mundo, muy raramente son las que generan el conocimiento básico porque toman el conocimiento básico ya existente. Y en general quien solventa la generación de ese conocimiento básico son los Estados, en cambio las empresas invierten en lo que creen que va a tener un rédito seguro. Por eso, creo que el Estado es el que tiene que garantizar la generación de esos conocimientos básicos para que después alguien los tome. Y bienvenido que alguien los tome, después la empresa verá si lo potencia o lo que sea. Y eso sirve para lo productivo y sirve también para lo intelectual”.
Polémica y argumentos
En relación a la aplicación a una organización extranjera y si afecta o no la soberanía de nuestro país, Brusa subrayó que “todo el el material biológico que se colectó, que es argentino porque está en jurisdicción argentina, viene a colecciones biológicas de Argentina, principalmente al Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires que es donde está el investigador principal, pero también en otros repositorios biológicos en la Universidad de La Plata y en Puerto Madryn. Nada se va al país del norte”.
El Instituto Oceanográfico Schmidt abre convocatorias y, luego, otorga la tecnología necesaria para la expedición. “No impone quién sube al barco, sólo la parte técnica que sí son ellos los que manejan el robot porque para nosotros es imposible. Los operarios del robot hacían turnos de dos horas, salían todos contracturados del hombro, con dolor por los nervios y la tensión. Pero los operarios hacían todo lo que los científicos que estaban a sus espaldas les decían”, explicó.
Los investigadores están habituados a presentarse a estas convocatorias, además porque ni Argentina ni Sudamérica cuentan con esta tecnología. Brusa también compartió que el Instituto no tiene previstas próximas convocatorias en esta zona de la Tierra hasta dentro de, al menos, diez años. “Vamos a tener que volver otra vez a nuestros barcos, ojalá, bienvenidos. Vamos a tener que volver a muestrear con las redes y se va a extrañar el robot. Cuando vuelva algunos vamos a estar viejos y no sé si vamos a poder subirnos al barco. Habrá otros, habrá que postular a otros”, contó.
Por eso, marcó la importancia de frenar el desfinanciamiento actual al sistema universitario y científico, que condena la formación y posibilidades de trabajo de futuras generaciones. De hecho, Argentina vive hace más de un año un nuevo ciclo de “fuga de cerebros”: profesionales que se van del país para poder vivir de lo que estudiaron.