Una vez conocidos los resultados, Cristina Kirchner salió esta noche al balcón festejar con los militantes en la esquina de San José y Humberto Primo.
A las 21.03, la esquina estalló: Cristina comenzó a saltar al ritmo de los bombos. Desde abajo, los militantes respondieron con un cántico que se impuso sobre todos: “Hay que saltar, hay que saltar, el que no salta es del partido judicial”.
Cristina Kirchner saltó varias veces, sonrió y siguió saludando con los brazos en alto. Ya lleva más de cinco minutos en el balcón, mientras los celulares iluminan la noche y la multitud corea su nombre.
La noche no es fría y el aire se mezcla con el humo de las parrillas improvisadas sobre la vereda. En los puestos se venden choripanes, remeras con la imagen de la expresidenta y banderas partidarias. La música de los bombos se escucha a varias cuadras y los cánticos se repiten sin pausa.
Las cortinas del departamento del segundo piso, donde Cristina Kirchner cumple prisión domiciliaria, están abiertas. Ese detalle alimenta la expectativa entre los militantes, que sueñan con verla asomarse al balcón. “El pueblo está despierto”, gritan una y otra vez, mientras algunos se acomodan en reposeras con termos listos para una noche larga.
El operativo de seguridad incluye cortes parciales en la cuadra y presencia de efectivos de la Policía de la Ciudad. A pesar de la alta concurrencia, el tránsito en las avenidas cercanas se mantiene fluido, con desvíos señalizados. Con el correr de los minutos, la concentración gana volumen y la expectativa crece: todos esperan que la expresidenta hable cuando se conozcan los números oficiales.
El edificio donde vive Cristina Kirchner permanece vallado y custodiado por cuatro guardias de seguridad que están apostados en la puerta. Solo pueden ingresar las personas con autorización judicial, mientras en la calle la militancia crece: a las 20:30 había unas 500 personas ocupando toda la ochava de San José y Humberto Primo. Las banderas flamean sobre las vallas y los bombos no se detienen, en un clima que combina control estricto en el acceso con euforia en la vereda.
Paola llegó desde San Martín aferrada a un cuadro en blanco y negro con las imágenes de Evita y Perón. Lo sostiene contra el pecho como si fuera un escudo, mientras la multitud se agita a su alrededor. “Pensé que este era el punto de encuentro para bancarla a ella, que está presa. Como peronista, era el lugar donde había que estar hoy”, dice. Votó temprano y viajó directo a Constitución para sumarse a la vigilia frente al departamento de Cristina Kirchner.
“Parece que va a ser una buena noche”, se entusiasma. “Venimos de estar muy tristes los peronistas, pero sentimos que el país despertó, que la gente se dio cuenta de lo que estaba pasando”. Paola trabaja con personas con discapacidad y asegura que nunca vio tanto sufrimiento como en los últimos meses: “Hace 16 años que trabajo y jamás pasó lo que está pasando ahora. No tiene lógica, no tiene comprensión”.
Cuando se le pregunta por el cuadro, la respuesta es inmediata: “Soy la tercera generación de peronistas en mi casa. La primera profesional. Creo que me voy a morir peronista, como se murió mi papá. Amo a Néstor, la rebanco a Cristina, pero soy peronista”. Paola tiene 50 años, es psicóloga social y consultora psicológica. “Trabajo con personas con discapacidad y con gente en situación de calle”, cuenta.
Sobre la interna previa a las elecciones, no duda: “Lo mejor que pudieron hacer fue unirse. Si Cristina no estaba presa, no sé si esto iba a pasar. Ni la unión tan clara ni el triunfo, si es que se confirma. Creo que todo se dio para que hoy tengamos este resultado. Ojalá sea la fuerza de Dios, no las del cielo, que puso la realidad delante de todos para que no queden dudas”.
Aunque la convocatoria parece espontánea, hay señales de organización mínima: se cuentan unas 20 banderas desplegadas entre la multitud, pero lo que más se repite son los carteles caseros que los asistentes trajeron por su cuenta. La leyenda dominante es clara: “Cristina libre”. Entre familias con hijos y hasta mascotas, la esquina de San José y Humberto Primo se transformó en un punto de encuentro donde la consigna se multiplica en carteles, cánticos y conversaciones